(
Fuente: Wikipedia, El País, VLex, NLM, MedTempus, Thalidomide Society, AVITE; imagen: Badoc)
Resulta que,
tras más de 50 años, ahora se reconoce a las víctimas de la
Talidomida. Dicho fármaco se recetó entre 1958 y 1963 -año en que se retiró del mercado- para evitar las naúseas, la ansiedad, el insomnio y los vómitos matutinos de las embarazadas.
Sin embargo, nadie había contado a las madres los posibles efectos secundarios, y graves, que podía tener dicho "medicamento". La farmaceútica alemana
Chemie Gruenenthal se encargó desde 1954 de desarrollar y comercializar la Talidomida, una sustancia que había sintetizado un año antes la empresa farmaceútica suiza
Ciba.
En las pruebas de evaluación del fármaco no se encontraron efectos secundarios: luego se demostró que los experimentos se realizaron de forma incorrecta y hasta
se falsearon los resultados. Basándose en estas "pruebas", las autoridades sanitarias aprobaron la talidomida para los humanos: según los informes todo era normal. Pero ya habían empezado a nacer niños con malformaciones en las extremidades (
focomelia). El Dr. australiano William McBride (
cayó en 1993 en desgracia y fue readmitido en 1999), se dió cuenta de lo que estaba sucediendo, pero sufrió el looby de la industria farmaceútica, que consiguió retrasar la publicación de sus descubrimientos.
Justificaron la aparición de tantos niños con malformaciones con explicaciones medioambientales, infecciones, Rayos X, sustancias tóxicas, etc. Eran otras causas, pero la Talidomida, no: ésta era "segura".
El 16 de noviembre de 1961,
el Dr. W. Lenz comienza a alertar a la farmaceútica, a las autoridades sanitarias y a expertos, que la culpable de todas esas malformaciones era la talidomida: había que retirarla del mercado. Se calcula que dicho medicamento
afectó a más de 20.000 bebés de entonces. Posteriormente, muchos países comenzaron a promulgar leyes de control a los medicamentos para evitar que se repitiese una nueva Talidomida.
En EEUU se libraron de dicho medicamento gracias a
la Dra. Frances Oldham Kelsey, recién llegada un mes antes a la agencia norteamericana del medicamento (Food and Drug Administration, FDA), quien
rechazó hasta en seis ocasiones las solicitudes de comercialización, por parte del laboratorio Richardson-Merrell, de la Talidomida. Kelsey argumentó
falta de una explicación científicamente razonable de las propiedades bioquímicas de la Talidomida y
de sus efectos en el cuerpo humano.
Otro caso más para añadir a
lecciones que deberíamos aprender del pasado: la talidomida, junto con
el amianto o
el tabaco. A pesar de seguir viviendo las malas prácticas de antaño por parte de los poderes públicos y privados, no nos cansaremos de alertar de que hay que reducir los niveles de radiaciones de campos electromagnéticos y aplicar el principio de precaución, principalmente con los móviles y las estaciones base de telefonía móvil (EBTM). Pero debe ser que el ser humano es el única que tropieza varias veces con la misma piedra...