Clarificadora imagen que ha publicado el Wall Street Journal la semana pasada. Ya comentamos que los resultados del proyecto Interphone fueron publicados "oficialmente" por un lado, y por otro se pasó un Anexo 2 casi de tapadillo: y los resultados de ambos eran bastante divergentes. Incluso en el "oficial", una de las conclusiones a la que se podía llegar era que el uso del móvil parecía proteger contra dos tipos de tumores cerebrales. Aunque los investigadores no se creían estos datos. Este hecho ilustra perfectamente lo difícil que es de analizar, cuantificar y de medir el impacto de la posibilidad de un riesgo elevado en una actividad tan difundida como la de utilizar un móvil.
"Los investigadores encontraron que los que nunca habían utilizado un teléfono móvil parecía que tenían una protección contra los tumores cerebrales", comenta David O. Carpenter, director del Instituto para la Salud y Medio Ambiente, en la Universidad de Albany (Nueva York), "y eso, simplemente, no tiene sentido".
El estudio Interphone estuvo plagado de dificultades, y disputas internas -acerca de cómo interpretar los resultados- retrasaron tanto la publicación que los patrones de uso de móviles de los participantes en el estudio no coinciden con los de los usuarios de móviles de hoy en día.
Los propios investigadores de Interphone han reconocido en su documento final, publicado por la revista International Journal of Epidemiology, que algo no había ido bien, probablemente con los grupos de control. El estudio analizó la utilización del móvil en 13 países. Se observó a un grupo de adultos de entre 30 y 59 años que habían sido diagnosticados de glioma o meningioma, dos tipos de tumores cerebrales que pueden ser benignos o malignos, entre 2000 y 2004. Estos fueron comparados con grupos de control: personas seleccionadas para compararlas con las personas con tumores, teniendo en cuenta la edad, el sexo o el lugar de residencia.
Pero en realidad no podían compararse. Sólo un 53% de las personas seleccionadas para participar en el grupo de control, y de los encuestados que no quisieron participar, demostraron que eran menos propensos a utilizar el teléfono móvil que los que participaron: eso pudo haber elevado artificialmente el uso de móviles entre el grupo de control -libres de tumores- haciendo que los teléfonos móviles parezcan menos peligrosos de lo que pueden ser.
Incluso en este estudio, el riesgo no aumentaba proporcionalmente al número de horas que se utiliza el móvil, que es lo que los epidemiólogos suelen buscar: una relación causa-efecto perceptible. "Ciertamente, es menos convincente que si se hubiera visto algún tipo de respuesta gradual", dice David A. Savitz, director de Prevención del Instituto de Salud Pública de la Escuela de Medicina Monte Sinaí en Nueva York.
"Interphone ha hecho más esfuerzo que ningún otro estudio para identificar y cuantificar sus propios defectos", dice el co-autor Martine Vrijheid, investigador de la Agencia de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud, en Lyon (Francia). "Lo que más ha llamado la atención han sido precisamente dichos defectos."
Un nuevo estudio en curso en el Reino Unido tendrá un enfoque diferente: se va a realizar el seguimiento de los usuarios de móviles a lo largo del tiempo para ver si su un gran uso está ligado a una mayor incidencia del cáncer. Pero el estudio aún tendrá que recurrir a cientos de miles de voluntarios para dar resultados útiles, y podrían décadas para detectar cualquier alteración en las tasas de cáncer.
"Los investigadores encontraron que los que nunca habían utilizado un teléfono móvil parecía que tenían una protección contra los tumores cerebrales", comenta David O. Carpenter, director del Instituto para la Salud y Medio Ambiente, en la Universidad de Albany (Nueva York), "y eso, simplemente, no tiene sentido".
El estudio Interphone estuvo plagado de dificultades, y disputas internas -acerca de cómo interpretar los resultados- retrasaron tanto la publicación que los patrones de uso de móviles de los participantes en el estudio no coinciden con los de los usuarios de móviles de hoy en día.
Los propios investigadores de Interphone han reconocido en su documento final, publicado por la revista International Journal of Epidemiology, que algo no había ido bien, probablemente con los grupos de control. El estudio analizó la utilización del móvil en 13 países. Se observó a un grupo de adultos de entre 30 y 59 años que habían sido diagnosticados de glioma o meningioma, dos tipos de tumores cerebrales que pueden ser benignos o malignos, entre 2000 y 2004. Estos fueron comparados con grupos de control: personas seleccionadas para compararlas con las personas con tumores, teniendo en cuenta la edad, el sexo o el lugar de residencia.
Pero en realidad no podían compararse. Sólo un 53% de las personas seleccionadas para participar en el grupo de control, y de los encuestados que no quisieron participar, demostraron que eran menos propensos a utilizar el teléfono móvil que los que participaron: eso pudo haber elevado artificialmente el uso de móviles entre el grupo de control -libres de tumores- haciendo que los teléfonos móviles parezcan menos peligrosos de lo que pueden ser.
Incluso en este estudio, el riesgo no aumentaba proporcionalmente al número de horas que se utiliza el móvil, que es lo que los epidemiólogos suelen buscar: una relación causa-efecto perceptible. "Ciertamente, es menos convincente que si se hubiera visto algún tipo de respuesta gradual", dice David A. Savitz, director de Prevención del Instituto de Salud Pública de la Escuela de Medicina Monte Sinaí en Nueva York.
"Interphone ha hecho más esfuerzo que ningún otro estudio para identificar y cuantificar sus propios defectos", dice el co-autor Martine Vrijheid, investigador de la Agencia de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud, en Lyon (Francia). "Lo que más ha llamado la atención han sido precisamente dichos defectos."
Un nuevo estudio en curso en el Reino Unido tendrá un enfoque diferente: se va a realizar el seguimiento de los usuarios de móviles a lo largo del tiempo para ver si su un gran uso está ligado a una mayor incidencia del cáncer. Pero el estudio aún tendrá que recurrir a cientos de miles de voluntarios para dar resultados útiles, y podrían décadas para detectar cualquier alteración en las tasas de cáncer.