Estamos acostumbrados a oír por parte de las operadoras, y sus defensores, que no existen pruebas científicas que demuestren la nocividad de las radiaciones de campos electromagnéticos, que producen la telefonía móvil y sus antenas, sobre la salud de los seres vivos.
Sin embargo, en multitud de ocasiones muchos científicos y médicos han tratado de alertar a la población de los peligros que pueden producir la cercanía de antenas o bien hablar por teléfono móvil, solicitando a los poderes públicos que intervengan, reduciendo, entre otras cosas, los límites legales de emisión. Entre otras, caben destacar las siguientes resoluciones:
- Viena, 28 de octubre de 1998
- Roccaraso, 4 de junio de 2000
- Salzburgo, 8 de junio de 2000
- Alcalá de Henares, abril 2002
- Catania, 14 de septiembre de 2002
- Friburgo, 9 de octubre de 2002
- Helsinki, 1 de enero de 2005
- Benevento, Italia 19 de septiembre 2006
La última ha sido la resolución de Venecia, del pasado 17 de diciembre de 2007, en la que los científicos (de la talla de Lennart Hardell, Gerard Hyland, Olle Johansson o Henry Lai, entre otros) reconocen que las recomendaciones actuales resultan insuficientes. Asimismo, reconocen el problema que está suponiendo la electrohipersensibilidad y piden que se limite el uso de los móviles a niños y adolescentes.
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