(Fuente imagen: GEA; fuente: Levante-EMV y La Paz Digital)
Tras el nuevo llamamiento de 20 científicos acerca del peligro que puede suponer la telefonía móvil, sobre todo para los niños y adolescentes, el artículo del pasado jueves del Dr. Manuel Portolés, Doctor en Ciencias Biológicas y coordinador del suplemento "Ciencia e Investigación" de Levante-El Mercantil Valenciano, merece la pena que lo reproduzcamos.
Coinciden estos días varias circunstancias para escribir sobre las radiaciones electromagnéticas (incluida telefonía móvil) y sus consecuencias para la salud, en especial de niños y adolescentes. Una de estas ocurrencias es la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana que sobre los efectos nocivos de las antenas de telefonía móvil dice: «la cercanía a las antenas de telefonía móvil no generan para los seres humanos, al día de hoy y con los conocimientos técnicos actuales, un riesgo acreditado». Y añade: «En punidad, ningún comité científico ha podido demostrar mínimamente que las antenas de telefonía móvil sean contraproducentes o causen efectos para la salud, por tanto, se debería de dejar a las empresas de telecomunicaciones que las instalasen donde tuviesen por conveniente con sólo respetar monumentos históricos o ciertos conceptos estéticos». Sin embargo, ante tal despropósito, como veremos, la Sala se declara «dispuesta a revisar su postura conforme avancen los estudios científicos...». Otra de las circunstancias coincidentes en este tema es la resolución del Consejo de Ministros de finales de mayo, donde el Gobierno aprueba el nuevo reglamento del dominio público radioeléctrico, con el objeto de «fomentar la competencia, la innovación y la aparición de nuevos servicios», dada la importancia estratégica creciente del sector. Pero se olvidan de mencionar la protección de la salud de sus ciudadanos, ni siquiera en Ministerio de Sanidad, con las competencias de investigación mermadas, al trasladarse al Ministerio de Ciencia, su organismo científico de excelencia, el Instituto de Salud Carlos III, se acuerdan de tratar de vez en cuando este tema.
Una «onda» genotoxicidad
Existe abundante literatura científica sobre las consecuencias para la salud de vivir alrededor de una instalación de telefonía móvil (véase en estas mismas páginas «La onda herziana, un experimento global», 22 de marzo 2007). A modo de muestra, les recuerdo los estudios de Eger y Wolf que coinciden, ya en 2004, en establecer un aumento del cáncer (4 veces más) en radios de 300 metros alrededor de estaciones base de telefonía móvil, o el estudio financiado por la Unión Europea (proyecto Reflex 2005) que demuestró, en más de diez laboratorios diferentes, que la radiación electromagnética de la telefonía móvil es capaz de romper el ADN, nuestra información genética; tras estos resultados la financiación (3 millones de euros) fue suspendida. Incluso, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) incluye a los campos electromagnéticos de baja frecuencia (más pequeña que las microondas de la telefonía móvil) como posible cancerígeno (categoría 2B); aunque para muchos investigadores, según los últimos datos, debería de estar en la categoría 1.En la actualidad existen cientos de trabajos científicos que demuestran la interacción, nada positiva, de la radiación electromagnética con la salud. Solo en genotoxicidad (alteraciones del ADN celular) se han publicado un centenar de trabajos, y curiosamente el 60 % encuentran efectos perniciosos; el 26 % de los trabajos positivos con el genoma estaban financiados por el sector de las telecomunicaciones, mientras que éstos mismos organismos financiaban el 83 % de los trabajos negativos, sin daño en ADN. Es más, desde 1990, una de las revistas del sector, Radiation Research, solo ha publicado uno de estos trabajos genotóxicos positivos frente a los 21 negativos que vieron la luz en sus páginas. Parece que algo huele a podrido en la ciencia electromagnética (véase en estas mismas páginas «Mentiras, estadísticas y telecomunicaciones», 17 de mayo 2007).
Además de los trabajos científicos que demuestran la interacción de este tipo de tecnología con la salud de los humanos, comienza a crecer la literatura sobre los perjuicios para la fauna urbana (aves especialmente y animales domésticos), y también para los árboles e insectos. De todas formas, si la industria del sector, alineada con la política sanitaria y medioambiental, está tan segura de que su sistema es inocuo, deberían de ofrecer junto a sus antenitas un seguro de responsabilidad civil que cubra los daños a la salud vecinal y al medio ambiente.
«¿Y qué pasa con los niños?»
En teoría la radiación electromagnética les afectará más pues adolescentes y niños, con tejidos en desarrollo, como el nervioso, son más vulnerable a cualquier tóxico, y la radiación electromagnética es genotóxica. A este posible riesgo en potencia, hay que sumar el abuso que de esta tecnología se realiza a estas edades, y no es de extrañar que en el futuro próximo se asocie a fracaso escolar; algunos investigadores aconsejan su prohibición en menores de 16 años.
Añádase al coctel electromagnético del hogar (en suma y sigue), la proliferación de la tecnología wireless fidelity (wifi), conexiones sin cables, y sistemas de comunicación de voz/datos tipo Bluetooth, PDAs, WiMax? que utilizan campos electromagnéticos de frecuencia similar o mayor que la telefonía móvil. En París y en Salzburgo, por ejemplo, se han establecido moratorias (aplazamientos) para la implantación de wifi en bibliotecas y museos, y así proteger la salud de los más jóvenes («principio de precaución»).
Por esta geografía, sin embargo, siguen proliferando estos sistemas, a la vez que aumentan las personas hipersensibles a la radiación electromagnética.Los datos negativos, que algunos todavía dicen que no existen, siguen apareciendo, como los caracoles tras la lluvia. Así, recientemente (2008), se ha demostrado que la radiación de la telefonía móvil altera la expresión de proteínas en la piel humana (BMC Genomics), tiene efectos neurobiológicos al modificar los parámetros de atención y memoria (Occupational and Environmental Medicine), o su firme asociación con tumores (malignos y benignos) de la glándula paratiroides (que controla calcio y fósforo sanguíneo) (American Journal of Epidemiology). Otro reciente informe (BioInitiative Report) señala que los efectos biológicos sobre la salud de este «invento», ya ocurren a niveles de exposición muy bajos, miles de veces por debajo de los actuales «límites públicos de seguridad».
Y para finalizar, una sorpresa más, en Julio aparecerá en la revista Epidemiology el primer trabajo sobre la exposición prenatal y posnatal a la telefonía móvil, realizado por investigadores de las Universidades de California (EE.UU) y Aarhus (Dinamarca). Los científicos centraron su estudio en analizar si tras la exposición en el seno materno a la radiación electromagnética (telefonía móvil), existían en los jóvenes (a la edad de 7 años) problemas de comportamiento. Y después de estudiar más de 13.000 niños, concluyen que los expuestos prenatalmente (y en menor medida los postnatalmente) tienen problemas emocionales y de hiperactividad.
17 junio 2008
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