En relación al WiFi en las escuelas, hay que recordar que se trata de una decisión que añade un nuevo foco de emisiones electromagnéticas (CEM), que se van acumulando, en medio de un grupo de población sensible como son los niños. Pedro Belmonte lo explica muy bien en su artículo 'WiFi en las escuelas: ¡no, gracias!'.
Si observamos el gráfico, los niveles de radiaciones recibidas por un WiFi a 50 cm. en comparación con la que podemos recibir por una estación base de telefonía móvil a 100 m., vemos que las dosis de un WiFi son mayores. Por lo que no hay que minusvalorar su riesgo.
Habría que recordar a nuestros políticos impulsores de la implantación del WiFi en las escuelas, la resolución de 4 de septiembre de 2008 del Parlamento Europeo:
- Es necesario tener en cuenta especialmente como punto de partida, para la evaluación del impacto en la salud y para tomar medidas para reducir la exposición, a los grupos de personas vulnerables (mujeres embarazadas, niños, recién nacidos y personas de edad avanzada), que son los más sensibles.
- Pide que, mediante medidas fiscales u otros incentivos económicos, se anime a los actores del mercado a reducir la exposición a la radiación electromagnética.
Recomendamos que leyesen también la carta abierta de 29 de octubre de 2008, del asesor en comunicaciones inalámbricas y miembro de la British Computer Society, el Dr. Grahame Blackwell, quien alertaba de las implicaciones negativas para la salud que puede suponer el WiFi.
Nuestros menores sí que tienen que estar formados en nuevas tecnologías, pero hay que actuar con precaución a la hora de ofrecerles la conexión a Internet. Hay que tratar de reducir su exposición a CEM (aunque viven rodeados), sobre todo en estas edades, y cuando existen otras posibilidades. Alternativas al WiFi sí que existen y, en este caso, suponen mayores ventajas técnicas de velocidad, estabilidad, seguridad y calidad en las comunicaciones.
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